Siento no poder transcribir la intervención del alcalde para cerrar el debate sobre la moción de Izquierda Unida pero oyéndola en directo me pareció que no tuvo reparo en utilizar todos los tópicos posibles entre los que se emplean para negarse en redondo a cualquier cambio en la Constitución, como si el solo hecho de tocarla fuera el acto más descabellado e innecesario del mundo mundial. No sé si será ya deformación o qué, ya que nuestro alcalde suele ser muy tendente a defender acérrimamente sus posiciones con una serie de frases hechas y tópicos para la ocasión, como si de un discurso aprendido y no propio se tratara, pero es que era imposible sustraerse a tanto lugar común absolutamente conservador e inmovilista.
Ciertamente estar a favor de reformar la Constitución, poco, mucho o toda, como posicionarse para que se la deje tal cual merece todos los respetos, pero entiendo que para argumentar en uno u otro sentido cabe mucho más que ese recurso a lo manido, a los topicazos que nos hace parecer que estamos leyendo un artículo cientos de veces escrito que la opinión personal de un primer edil con pensamiento propio.
Es evidente que yo estoy por una modificación de la Constitución que no veo nada traumática. La perspectiva de estas décadas dejan bastante a las claras los aciertos, pero también los errores, de aquella carta magna pergeñada para contentar a todos pero que, con el paso del tiempo, va quedando anticuada y mostrando carencias y disfunciones que toca, inevitablemente, solucionar ante el riesgo de que termine siendo más que un garante un obstáculo para seguir progresando. Hay demasiados aspectos que, hoy en día, se presentan como una rémora y las reformas constitucionales son, deben ser, el pan nuestro de cada día cuando lo que se pretende es que sea un marco legal válido, adecuado a las nuevas situaciones. Y no hablo del debate de monarquía o república al que aludió, entre otras cosas, Galo, sino que hablo de otros aspectos superados ya o de la modificación de artículos que muchos ponen en cuestión.
Los cambios, claro, han de hacerse por consenso, abriéndolos a la sociedad. No se trata de cargarse la Constitución y hacer otra, que sería una posibilidad más pero no obligada, sino de adecuar la Constitución vigente con aquellas aportaciones que la enriquezcan y la mejoren, que lo necesita.
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Si hubiera escuchado a Javier Pérez Royo el viernes pasado en la Escuela de Ciudadanos de Manzares, posiblemente tendría otra opinión sobre este grave asunto.
ResponderEliminarDibujó un panorama casi de ultimátum sobre la urgente necesidad de reformar la Constitución, aunque no escatimó manifestar la casi insalvable dificultad de poder hacerlo por culpa del panorama político actual y del inmovilismo o tancredismo como tú lo has llamado, del PP y más en concreto de su presidente.
¿Y cuando la reformaron a favor de los mercados y en contra de los ciudadanos entre PP y PSOE en un fin de semana casi en secreto? ¿De eso no nos acordamos? Y que tiene que decir de los cambios en la Ley Electoral en CLM de Cospedal para perpertuarse en el poder, poco más que bolivariano, ¿no?
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