Hay muchas formas de morir y algunas realmente absurdas, producto de esas estupideces que marca la radicalización de ideas y sentimientos. Por ejemplo las que surgen en torno al fútbol y unos colores y que algunos suelen sublimar de forma inversamente proporcional a la racionalización de sus actos. Que grupos ultras se citen para enfrentarse y agredirse parece convertirse en el culmen de esta idiocia transitoria que pretenden adornar de épica quienes la practican y solo lleva herrumbre moral y necedad a toneladas. Y se cobra víctimas de vez en vez.
Me he ido alejando del fútbol en parte por esto, porque durante mucho tiempo se fueron amparando desde los clubes a estas hordas hasta dar cuerpo a un monstruo del que no todos saben o no quieren deshacerse. Abducidos por su colorido, sus cantos, su vitalidad, sus puestas en escena, creyeron que eso daba ambiente a la grada, que personificaban la figura del hincha entregado, pero era mentira. Siempre hemos copiado los modelos peores, en este caso los de los tifosis, las barras bravas, clanes que bajo la excusa del fútbol esconden mucho y malo.
A esta gentuza no les importan los muertos, salvo que sean propios. Es más, los convierten en medallas de su miserable existencia. Y los clubes se inhiben, miran a otro lado, dicen avergonzarse cuando sucede la tragedia y hasta condenan con la boca pequeña. Incluso culpan a la sociedad, forma recurrente de diluir responsabilidades, como si todo se rigiese por un sino al que no pudiéramos sustraernos. Pero fallan los clubes de fútbol como fallan las leyes, como falla la previsión de esos hechos, como falla la voluntad política de remediarlo. Tiran hasta de otras frases recurrentes, otros lugares comunes, cuando dicen eso de que son casos aislados, que cada vez se producen menos hechos de este tipo, para que la muerte de alguien resulte menos indolora.
Pero la muerte duele, y la muerte estúpida, por evitable, más. Por mucho que el fallecido estuviera allí de forma voluntaria, tan expuesto a agredir como a ser agredido por la sinrazón de unos colores a los que no les hace falta esta caterva. Eso sí, luego se correrá a homenajear al difunto desde el club, exacerbando odios y olvidando que no hay nada de ejemplarizante en la presencia de la víctima en aquel fatídico punto del Manzanares porque iban a sacudirse. Y entre ellos verdaderos criminales sin ningún escrúpulo, voraces de sangre y violencia.
Los castigos han de ser ejemplarizantes, disuasorios. Judicialmente, sí, pero sin olvidar que los clubes tienen buena parte de responsabilidad y que muchos de ellos no hacen nada salvo seguir incubando ese odio amparando a esa jauría. Harán el amago, pero luego todo seguirá igual. Los campos están llenos de gente apasionada, visceral, forofa, pero estos son otra cosa mucho peor que habría que extirpar sin anestesia, gentuza que han escogido el fútbol porque les deja más margen de actuación para sus salvajadas que otros ámbitos. Y solo queda esperar hasta que suceda otra vez, tan absurdamente como las anteriores ocasiones.
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¡Gracias por escribir hoy de este tema! INCREIBLE
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