Hay personas que afirman poseer un sexto sentido especial que, cuando conocen por primera vez a alguien, ya saben qué clase de personas tienen delante y el recorrido que puede tener su relación con ellos. Yo, la verdad, ni lo creo ni lo niego, porque esto suele ser una intuición personal y por tanto, de quienes lo afirman, apenas cabe otra cosa que fiarse de lo que dicen y pensar que en su caso puede ser así.
Sin embargo yo puedo afirmar, rotundamente, que carezco de tal cualidad, y que si me fiara de mis primeras impresiones seguramente algunos de mis mejores amigos y compañeros no lo serían porque quizá no hubiera dado oportunidad de llegar a conocerlos como ahora los conozco.
Y no es que tuviera una mala impresión, en algún caso, sino que no tenías esa sensación de afinidad que luego vas descubriendo y que termina por consolidar tan fuertemente los vínculos que existen. En otros casos, sí, el primer contacto casi fue de rechazo, con esa certeza de que de allí no saldría nada, lo que al recordar ahora hasta nos parece increíble.
Entiendo, eso sí, que los tímidos como yo solemos partir de una coraza frente a nuevos encuentros con gente que apenas conocemos y que si ya hay esa predisposición lo cierto es que solo consigues dificultar el mostrarte y por tanto solo ofreces distancia. Sin embargo, lo admito, cuando se logra superar ese defensivo muro que interpones y te dejas llevar por la naturalidad de lo que eres las cosas ya se ven muy distintas.
No digo que nunca haya acertado con una primera impresión, pues algunas veces todo confirma lo sentido previamente, pero por lo general reconozco en mi caso la escasa fiabilidad y solo espero equivocarme muchas veces más si el fruto del error es conocer a gente tan excelente como las que he conocido fruto de una primera impresión equivocada.
Y es que la primera impresión se conduce desde el prejuicio, la prevalencia del aspecto y las formas, y todos, de alguna manera, tratamos de dar una imagen, exponer una apariencia que tiene algo de postiza, y solo cuando nos relajamos y nos dejamos llevar por la normalidad abrimos ese espacio de encuentro que ya es mucho más fácil alcanzar.
Eso de que la primera impresión es la que cuenta es un craso error. Puede que la primera impresión sea la menos válida de las impresiones que recibimos frente a una misma cosa, situación o persona.
Eso de que la primera impresión es la que cuenta es un craso error. Puede que la primera impresión sea la menos válida de las impresiones que recibimos frente a una misma cosa, situación o persona.
¿Y por qué hablo de esto? Pues porque hoy surgía el tema en una conversación y alguien me retaba a que terminaría escribiendo algo sobre el asunto, y yo, que soy facilón de vencer, pues aquí lo dejo escrito, como reconocimiento de mis erróneas primeras impresiones y mis celebradas, por atinadas, últimas impresiones.
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Yo soy de esas personas, pero aunque tengas esa intuición hay que ser prudentes y no dejarse llevar porque todos podemos equivocarnos
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