CONFECCIONANDO LISTAS ELECTORALES (Página nº 2803)

Cuando un partido confecciona una lista electoral, a nivel municipal, tiene tres opciones: buscar entre los suyos cierto liderazgo, lanzarse a buscar un reclamo que no tienen en sus filas o seguir con lo que hay. 

La más sencilla es la última de ellas. No necesita más requisito que esperar que el que está quiera seguir y que el partido quiera que siga. Y suele darse en partidos que vienen de ganar y gobernar durante la última legislatura o bien de aquellos que no tienen posibilidades reales de gobernar por sí mismos.

Buscar en las propias filas es el recurso primero pero resulta que pronto se dan cuenta de que con lo que hay no siempre se encuentra alguien ilusionante, capaz de asumir el liderazgo necesario y que tenga tirón más allá de los propios. Cuando esto ocurre crece el pánico porque desafortunadamente las listas no se ven como equipos y tenemos el viejo vicio personalista de un cabeza de cartel que acapare todo el protagonismo. Eso sí, a veces se descubren a personas capaces entre los militantes para liderar, aunque las menos, y entonces se sale a la busca de afines ideológicos. Suele suceder con partidos que optan a ganar y que piensan que hallar a ese mirlo blanco les otorgará el plus que necesitan para volver al poder.

La más complicada pero algo habitual es lanzarse a buscar candidato fuera. Y los partidos comienzan un cortejo de "alcaldables" después de escudriñar entre toda aquella gente que haya podido demostrar cierto liderazgo. Empresarios, profesionales liberales, presidentes de asociaciones de todo tipo, personas que han destacado de alguna manera en cualquier ámbito aprovechable para atraer número de votos y sumar adhesiones a la causa. Todo vale y se tocan opciones, se sondean posibilidades, se hacen ofrecimientos y se espera respuestas. No hay tantas personas que puedan reunir lo que se busca y que además personal o profesionalmente quieran asumir ese tipo de sacrificios, y además contraponen una serie de condiciones para no subordinar su nombre a un proyecto donde no tengan capacidad real de decisión. Ni quieren que les hagan las listas ni que les aten las manos porque ponen en juego su propio prestigio y la política no es un terreno firme para apostarlo. Casi siempre sucede en aquellos partidos que han sido derrotados pero que tienen serias aspiraciones al poder.

Con cualquiera de las opciones viene luego completar listas. Hacerlo ya es complicado porque no hay tortas por estar en ellas, y teniendo en cuenta que para el relleno siempre hay sacrificados y los últimos puestos son los más peleados por estos militantes sin aspiración personal, el resto ha de jugarse de forma que todos vayan quedando satisfechos en sus ambiciones ajustándose a la normativa sobre paridad y a los perfiles con los que llegan a esa lista y donde militantes de siempre y recién llegados, cuando sucede, deben quedar en un equilibrio necesario para que después aquello no explote.

Lo que está claro es que todos los candidatos dan y quitan votos. Todos. Y esto es muy tomado en cuenta por los partidos porque solo aquellos que puedan dar mucho más votos que los que quitan podrán estar en los primeros puestos y errores en ese cálculo apriorístico ya lo han pagado antaño algunas candidaturas con descalabro importante.

Lo demás queda en manos de los votantes. Ellos dirán y determinarán la composición final de la representación partidista en el Consistorio. Se votan siglas pero también personas en unas municipales, más incluso que los programas, y en listas cerradas como las que nos ocupan la opción de dar el voto al menos malo también cuenta, de ahí que en todo el proceso elaborar las listas sea una labor muy compleja donde se fragua parte del éxito y del fracaso.

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