Cuando yo era chico se oía mucho esta frase. De alguna manera retrataba el carácter español que anteponía la victoria, por inmerecida que pudiera ser, a cualquier otra cosa. Y seguimos así. Por eso ayer a pocos seguidores del Real Madrid les pudo importar que la frase se cumpliera a rajatabla porque los puntos ya estaban en el saco y cualquier debate sobre el tema solo llenará periódicos, telediarios y tertulias.
Muñiz Fernández, ese árbitro repeinado y de aspecto prepotente del que no he conseguido ver un arbitraje decente en sus doce años en Primera División, vio penalty y lo pitó. Sin embargo me cuesta creer que esa misma jugada, en ese minuto concreto, en área contraria y en el Bernabeu o el Nou Camp hubiera sido juzgada igual por el asturiano. Eso es lo que me hace pensar que no actuó con criterio objetivo y que carece del nivel que debiera acreditar para esa categoría.
Y es que es más fácil equivocarse contra el débil, y eso ya no es culpa solo del árbitro, sino de unos medios presionantes que tampoco tienen un criterio objetivo y que hacen que la repercusión de una decisión equivocada sea más trascendente según contra quien se tome. Porque no sale igual perjudicar a los grandes clubes que a los pequeños y si el error arbitral hubiera sido al contrario la polémica hubiera terminado siendo de mayor envergadura. Y esto no es cuestión de Madrid o Barça sino de un estatus informativo que vive especialmente de ellos e ignora al resto y parece hacer menos lesivos los perjuicios al Elche, el Granada o el Valladolid que los que se realicen a los dos gigantes de nuestra liga.
Nadie, probablemente, recordará estos dos puntos ganados en el error dentro de unas semanas pero sí hubiera sido al revés, perdidos, se estarían recordando los puntos sustraídos por el error hasta, incluso, señalar que se adulteraba la competición, y de esto se encargarían los periodistas forofos que tanto han florecido en las tertulias, a los que poco les importa ganar como sea, aunque tenga que ser en el último minuto y de penalty injusto. Puede que el Elche, o el Sevilla, dependiesen de esos dos puntos perdidos para evitar el descenso, pero a nadie le importará un carajo fuera de la ciudad ilicitana o junto e Nervión, pero como el título se dilucidase por uno o dos puntos tendríamos soniquete por los restos. Y en ese ambiente pues hasta parece posible que a los árbitros el inconsciente les traicione sobre cómo no deben equivocarse.
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Lo peor, es que no salen a la palestra explicándole a los niños, que eso no se debe hacer y que es antideportivo. Me refiero al intento de engañar por parte del tal Pepe y sobre todo a la desfachatez del árbitro que con alevosía por su cercanía y su buena visión de la jugada, pita un penalti inexistente de libro, incluso con sanción para el propio Pepe que agarra y tira al defensa al suelo.
ResponderEliminarSoy madridista y una vez vez mas he pasado vergüenza con ciertas actitudes de algunos de los jugadores.