lunes, 15 de julio de 2013

ECHANDO LA VISTA ATRÁS (Página nº 2013)

Acumulo cientos de fotos de los colegios por donde he pasado. Escruto los rostros que hay en ellas intentando poner nombre a cada uno de ellos y no siempre lo consigo. Pero soy capaz de recordar gestos, situaciones, anécdotas, asociados a esos cursos, momentos que me vinculan a ese tiempo que he compartido con ellos y que sobreviven al paso de los años.

Curiosamente no tengo fotos de mi primer grupo en Anchuras, chicos y chicas de 6º, 7º y 8º de E.G.B. pero recuerdo sus caras y nombres sin ninguna dificultad, a pesar de que a algunos de ellos no los he vuelto a ver hace un cuarto de siglo, no sé si por que eran sólo 14 alumnos o por la intensidad de aquel primer año laboral que representó el curso 1986-87.

Pero sin duda lo que llevo peor es no recordar alguna cara o nombre de alumnos que he tenido en Daimiel, a pesar de que sean más de un millar, porque a muchos de ellos los he seguido viendo, tratando, y sin embargo siempre descubro algún rostro del que casi no podría decir nada, ni siquiera el nombre, como si no tuviera nada que ver conmigo, lo que después de un año o dos de convivir me parece impropio. Pero es así, aunque casos aislados, a veces me sorprendo con esa situación que me molesta.

En algún caso, incluso, con motivo de las matriculaciones, alguna persona me ha recordado que yo le di clase, y no me ha quedado otra que disculparme por no poder recordarla a pesar de que podía situar su clase a través de compañeros de los que sí lograba localizar. No ser recordado no deja de ser una situación incómoda hacia quien sí te recuerda.



La foto que ilustra esta entrada es de hace 21 años, el curso 91-92 en el colegio daimieleño "Albuera". El grupo era de alumnos de 6º A, dado que excepcionalmente ese curso funcionó un 6ºB. Entonces trabajé como especialista de Educación Física dando clase desde 1º a 8º pero también Ciencias Naturales a los dos sextos por lo que a este grupo les daba 5 horas semanales y eso ayuda a fijar mucho mejor los nombres. Y además, el regusto de haber pasado con ellos un año del que guardo muy gratos recuerdos.

Tras veintiún años vuelvo a mirar la foto y ahora ya los veo mayores, algunos con sus hijos, sus parejas, sus vidas más o menos organizadas. Es curiosa esta perspectiva cuando contemplas a aquellos chicos y chicas de cuyo porvenir ignorabas casi todo y ahora puedes saber que ha ido siendo de ellos en este transcurrir del tiempo. Mirar atrás tiene estas cosas, esa perspectiva que te permite regresar sobre la memoria pero también comprobar como hemos ido cambiando. Y devolvernos unos segundos a nosotros mismos para recrearnos en aquellos días, en sus anécdotas, con aquella clase que tenía por tutora a doña Basi y, temporalmente, a doña Milagros, aquella joven interina que la sustituyó unas semanas por una baja con escayola incluida, y a la que, casualidades del destino, le tocó la lotería navideña porque compró una participación en El Foro. ¡Qué vueltas que da la vida!

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