(Foto publicada por Paco Cuesta en "Daimiel en el Recuerdo")
"Una vieja y un viejo van p'Albacete, van p'Albacete,
Una vieja y un viejo van p'Albacete, van p'Albacete,
y en mitad del camino va y se la mete, va y se la mete...
la mano en el bolsillo, saca un billete, saca un billete"
No sé por qué pero pienso en sonidos de nuestra feria e irrumpe aquella canción como si fuera la única que sonase entonces cuando, si algo destacaba en ella era la multitud de sonidos que la acompañaban, en especial todas las canciones del momento que, un año tras otro, constituían su banda sonora.
Y es que, si hace unos días, publicaba una entrada sobre los olores de la feria daimieleña ahora quería recordar esos sonidos, comenzando por la traca que solía iniciar los festejos y el sonido de la Banda Municipal de Música acompañando las carrozas y que apagaba el cansino sonido de los motores de los tractores que las arrastraban o arropando el desfile procesional de la Patrona.
Cómo no, llegados al recinto ferial del Parque del Carmen, sobresalía el incesante discurso de la tómbola con su repetido ¡Secretario! mientras animaba a participar con la esperanza de alcanzar alguno de aquellos premios colocados en las estanterías y que poco a poco, años después, se fueron llenando de perritos piloto, muñecas chochonas y paletillas.
Después...el ruido, todas esas atracciones que competían en potencia para imponer sus propias canciones frente a la competencia y que, en el paseo, terminaban ofreciendo un crisol de temas interminados pero todos reconocibles. Y en medio de todo ese jaleo las sirenas que indicaban el principio y final de cada viaje y el ruido de las carreras por coger sitio en esas atracciones mientras los que las habían disfrutado trataban de esquivar a esa marabunta ansiosa.
Pero la feria era también el sonido de las pistolas de juguete que disparaban fósforos sin parar, o el golpeo de los plomos en las casetas de tiro con aquellas escopetas que decíamos trucadas y que sonaban a chapa al fallar y devolvían un sonido más amortiguado si por medio se llevaban el palillo. Y como no aquel sonido familiar de los futbolines en encarnizados partidos en los que quienes perdían pagaban las siguiente partida. O la campana que acompañaba el golpeo del martillo si se lograba impulsar la pesa hasta el punto más alto en una demostración de fuerza de quienes buscaban pavonearse.
Otros sonidos eran los que salían de la Plaza de Toros o el Campo del Carmen durante las corridas y partidos celebrados en la feria y que para los que no asistían marcaban claramente lo que iba sucediendo allí dentro. O la propaganda ambulante del circo que esa año llegaba al pueblo durante sus fiestas. O la música que invitaba a pasar a aquellos teatros de variedades, tipo Teatro Chino, donde, nos decían, se veía más piel que en ningún otro sitio.
Y, por supuesto, la voz de las personas queriendo elevarse sobre el sonido general allí existente. Hoy, algunos de estos sonidos siguen ahí, otros desaparecieron y algunos, como los del Auditorio, se enseñorearon del nuevo recinto ferial, pero todos son parte de la memoria sentimental de las ferias de Daimiel.
(Fotos publicadas por José Luis Fernández de Simón en "Daimiel en el Recuerdo")
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