La escuela la hacen las personas, sus ganas de aprender, el valor de asistir sabiendo que les hará mejores. Los recursos son necesarios, pero a veces no existen o escasean. Y sin embargo cada día se tratan de abrir escuelas en aquellos lugares donde nunca existieron o hace tiempo se cerraron.
La foto es de Linda Vega, o al menos es quien la ha colgado en facebook, pero conozco algo más gracias a mis primos María del Mar y Fernando que el último año y medio están de cooperadores en El Salvador y Nicaragua trabajando para la Fundación Escuelas para el Mundo y abriendo, precisamente, escuelas en las zonas más recónditas para posibilitar un futuro mejor, a partir de una formación básica, a todos esos niños que, hasta el momento, no tienen ninguna oportunidad. Y sé, por ellos, de la dificultad que entraña, los obstáculos de todo tipo que hay que vencer y, sin embargo, la satisfacción de lograr ese objetivo, darle continuidad y conseguir que a partir de ese momento sea un valor importante de la comunidad.
A veces no sabemos apreciar lo que tenemos por aquí, no le concedemos el auténtico valor a una educación universal y gratuita (otra cosa son los costes adicionales), de una formación integral que sobre todo requiere de ganas, ilusión, esfuerzo y colaboración. Y sí, además hay recursos, ayudas, buena conservación de los edificios. Pero preferimos no ver, no comparar, no entender el privilegio y despreciarlo.
La educación es un derecho universal que cuesta ganarlo en muchos lugares mientras en otros, desgraciadamente, ha devenido en otra cosa, hemos desvalorizado la educación como logro y olvidado que nuestros abuelos, incluso nuestros padres si hablamos de los de mi quinta, salían con 8,9 o 10 años de la escuela a trabajar, y eso si habían tenido la fortuna de poder ir alguna vez. No ha pasado tanto, pero olvidamos pronto.
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