LA TRISTE PERVERSIÓN DEL BUENISMO POLÍTICO (Página nº 3107)

El punto del Pleno era autorizar la compatibilidad de un funcionario para ejercer actividades, a título particular, de tareas relativas a su condición de arquitecto técnico, siempre con unas condiciones estrictas para que no pudiesen colisionar con esa condición de funcionario y los intereses del propio Ayuntamiento.

En este punto no pretendo yo cuestionar la autorización de esa compatibilidad y por tanto no entraré en algo que se ajusta a la normativa aprobada. Pero sí me llamó la atención, por perversa, y por impropia, la respuesta primera de la portavoz popular cuando el edil de Izquierda Unida reclamó que se articularan mecanismos de control que garantizasen que los intereses particulares no entraran en confrontación con los municipales y señalara, como ejemplo, que aun no pudiendo trabajar en obras de la localidad o con empresas que tuvieran relación comercial con nuestro Consistorio, podrían darse, no en este caso sino en otras compatibilidades que pudieran aprobarse, labores de asesoría basados en el conocimiento de información sensible, aunque en cualquier caso esto seria complicado de controlar. ¿Por qué considero perversa e impropia la respuesta? Porque decir que se cree y se defiende la profesionalidad de los trabajadores del Ayuntamiento es un ejercicio de buenismo político que no justifica, para nada, que no se de deban tomar medidas de control, y porque además de que cualquier actividad debe estar sujeta a un control de que se cumplan las condiciones la experiencia demuestra que hay demasiados casos en los que la falta de controles han derivado en malas praxis, en escándalos de todo tipo, en actos delictivos y hasta en condenas que un buen control hubiera evitado.

Esto no supone proyectar sospecha sobre el funcionario en cuestión u otros que solicitaran compatibilidad. Esto no se discute ahora. Pero pensar que todos los jueces son honestos, que todos los profesores lo son, que los médicos son rigurosos con su profesionalidad, que los inspectores de hacienda o de consumo son cien por cien fiables, que los representantes públicos llevan la honestidad por bandera, es de un buenismo estúpido, inconsciente, deplorable, porque conocemos jueces condenados y expulsados de la carrera judicial, profesores y médicos expedientados, inspectores pillados en graves renuncios, políticos de toda índole hasta las cejas de corrupción, en general demasiados casos de gente involucrada en lo que no valía encomendarse al buenismo y donde lo que se ha echado en falta es el rigor de los mecanismos de control y donde luego sobresale el lugar común de no sabíamos, no teníamos conocimiento, nadie nos advirtió y toda ese pajolero ramillete de excusas por no hacer lo que se debía hacer, ¡¡¡ CON-TRO-LAR !!! 

Ya digo, no se trata de desconfiar de los funcionarios per se pero sabiendo que existen casos en cantidad para tomar en cuenta que confiar en la profesionalidad como acto de fe es erróneo pues parece razonable que además de poner las condiciones estrictas que han de cumplirse también se necesita comprobar que esto se hace, y no para este caso, para todos, absolutamente todos. Lo demás es irresponsabilidad, además por gente que luego no querrá hacerse responsable si las cosas no suceden como esa profesionalidad nos pudiera hacer creer.

¡Cuánto daño ha hecho este buenismo cretino, cuántos disgustos nos han costado!

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