El lunes pasado, mientras disfrutábamos dando una sorpresa a unos buenos amigos, resultó que terminé siendo yo otro de los sorprendidos, y es que en el desarrollo de la sorpresa que habíamos ideado para ellos se leyeron tres poemas que inmediatamente reconocí como míos a pesar de estar escritos hace casi veintiséis años y que seguramente no había releído yo mismo en la última década.
No pude evitarlo, además de la sorpresa me asaltó la emoción y agradecimiento porque el resto de amigos decidieran que esos tres poemas servirían para un momento tan emotivo como el que celebrábamos en ese momento y que no era otra cosa que el tributo de amistad que queríamos ofrecerles a quienes ya tienen tanta importancia en nuestras vidas.
Y entonces pensé en aquella febril actividad creativa de mi adolescencia y primera juventud que me llevó a publicar aquel triple poemario en un solo volumen o a los varios textos más que aspiraban a publicarse y que guardo celosamente en casa. Y también recordé que cuando me planteaba la razón de dejar de escribir casi siempre aparecía la sensación de que, encontrada la felicidad e instalada en ella, ya no sentía necesidad ninguna de seguir escribiendo porque para entonces hacerlo ya no servía para desentrañar mis sensaciones sino un mero ejercicio de escritura que restaba todo el valor que yo antes encontraba al escribir.
Desde entonces, de veinte años para acá, apenas habré escrito treinta poemas, tan íntimos que nunca verán la luz. Si, cambié la poesía por la felicidad, y espero no volver nunca a los versos si eso significa dejar de ser lo feliz que he llegado a ser durante todo este tiempo.
Por eso, cuando la Junta de Castilla-La Mancha editó hace unos años "Mar Interior. Poetas de Castilla-La Mancha", una antología de poetas castellano-manchegos nacidos después de la postguerra hasta el inicio de los 70, antologado por Miguel Casado, en la que fui incluido, y donde hay nombres muy importantes, lo agradecí entusiasmado aunque, sinceramente, apenas merezco esa consideración de poeta que solo sentí unos pocos, escasos años, mientras perseguía ser lo que soy, alguien feliz, tan feliz que me reconozco en esos poemas leídos por mis amigos porque marcaron el camino y fueron importantes entonces para sentirme hoy así.
¡Gracias, amigos, por el detalle, que vosotros también sois parte importante de mi estado de felicidad!
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No olvides que " EL HOMBRE FELIZ, NO TENÍA CAMISA".
ResponderEliminarYo tengo ese libro. Te deseo a ti y tu familia, toda la felicidad que
ResponderEliminaros mereceis. Me ha gustado mucho lo que has escrito.
Cuándo dices: "Cambié la poesía por la felicidad" te entiendo perfectamente. Yo también hice algunos pinitos (muy modestos)
ResponderEliminarcon la poesía y cuándo maduré y dejé de sentir algunos sentimientos y emociones ya no he sentido esa necesidad. Mi vida tambien ha sido, hasta ahora, y espero que para siempre, tranquila y más o menos feliz. Pero , a veces, me gustaría que aflorasen las palabras y los versos sin necesidad de sentir dolor, desamor, tristeza..... pero no lo consigo.