martes, 11 de noviembre de 2014

CADA VEZ QUE SUCEDE (Página nº 2777)

Cada vez que sucede un accidente de autobús la memoria regresa a 1987, cuando Daimiel tuvo que vivir esa tragedia que conmocionó la localidad porque todos ellos eran gentes a las que conocíamos y si ya sentimos empatía por aquellas otras víctimas a las que no conocemos, como las del autobús accidentado en Cieza, como evitar la emoción cuando se trata de personas que veíamos a menudo, que jugaban al fútbol-sala con nosotros o que conocíamos desde pequeños.

Aquella jornada, además, yo la viví de manera más intensa porque entonces trabajaba como interino en el colegio Infante Don Felipe aunque, accidentalmente, y debido a las malas condiciones del aulario de Motilla, estábamos en la tercera planta del llamado entonces IES "José Ruiz de la Hermosa", y allí, aparte de conocer el propio accidente fuimos sabiendo que algunas de las víctimas del accidente eran padres de alumnos de nuestro centro y algún que otro antiguo alumno de nuestro centro. Y así la angustia, el nerviosismo y la desazón se veía aumentada porque nos dábamos cuenta de cómo iba a cambiar la vida de todas esas familias y por ende personalizadas en esos alumnos que aún ignoraban todo lo sucedido con sus padres.

Recuerdo sobre todo la obligación de hacer saber, a los alumnos, hijos de más edad, una noticia cuyo impacto, en esas edades de 11, 12 o 13 años, ni siquiera sabíamos con certeza como podrían encajar. Y yo, que era tutor de uno de ellos, estaba allí, intentando entender cómo abordaríamos ese momento, aunque debo decir que como más joven de los maestros no corrí con la responsabilidad de contárselo pero sí de estar presente. Y recuerdo sorpresa, lágrimas, hundimiento, conmoción, mucho silencio, mientras nuestras palabras y gestos trataban de trasladarles consuelo y apoyo, si acaso eso podía ser posible para estos chavales desbordados por lo que les acabábamos de contar.

Puede que aquel día nos sintiéramos hundidos también nosotros, que nos costara bastante salir del aturdimiento que supone una tragedia así, pero siempre he pensado que ese trance es tan transitorio para cualquiera en comparación con todas las emociones que las familias afectadas vivirán de forma permanente aunque vayan consiguiendo rehacer sus vidas, de todo el drama de una realidad conocida que salta por los aires tras el accidente y que hará que sus vidas ya sean necesariamente diferentes.

Por eso, ya digo, cualquier accidente de autobús con víctimas me devuelve a ese recuerdo triste del 87 y me conduce a pensar en el difícil trance que, como entonces nuestros paisanos, han de afrontar tras lo ocurrido, ese vértigo doloroso que las familias tendrán que aprender a superar y asimilar, si es que puede lograrse del todo. Y por más que queramos sentirnos cercanos en su desgracia la vida que les queda por delante se presenta con gran dureza e incertidumbre. Ya lo vi en aquellos ojos cuando con gran cuidado y tacto mi director tuvo que decirles qué había pasado aquella madrugada de un martes que nunca olvidaremos.

*

2 comentarios:

  1. Da la casualidad que una persona muy cercana a mí viajaba en ese autobús, cuando le ví me dijo que le vendieron el ticket de la vida ya que el pasajero que se encontraba a su lado por el destino habia fallecido.
    Fuí a recojer a este familiar a Madrid fue duro y triste.
    Es curioso nuestra vida en un billete de autobus, en un asiento ...

    ResponderEliminar