domingo, 21 de septiembre de 2014

EL MIEDO (Página nº 2694)

Hay un instante en los enfermos de Alzheimer en el que el miedo se instala en sus rostros y ya no les abandona. Parece sencillo entender la razón pero hasta ese segundo ya han pasado demasiadas cosas en la vida de estas personas y sus familiares para no preguntarse cómo ese momento no ha llegado antes. Porque no nos engañemos, apenas pensar que nos sucediera algo así desataría nuestro pánico. Apenas unas lagunas, un olvido, ya nos resulta inquietante y cuando se ha convivido con esta enfermedad no parece muy difícil vislumbrar en esas fugas de memoria lo terrible de un futuro donde, poco a poco, se va desvaneciendo todo aquello que sabes, conoces, recuerdas, hasta perder cualquier referencia personal y quedar naufrago de tu propia nada.

A veces, casi siempre, comienza así. Un olvido, una equivocación, un lapsus. Algo que achacas al despiste, a la distracción, sin más. Algo que incluso no deja señal ni resquicio sobre la persona, y aún menos sobre los que están a su alrededor, porque lo arrinconamos en lo cotidiano, en aquello que sucede a todos. Solo que después sucede con más frecuencia y ahí todavía uno se encomienda a la torpeza. Más tarde, sin embargo, faltan ingredientes al cocinar, se deja el fuego encendido, uno se descubre yendo a donde no recuerda, se equivoca de portal o puerta, olvida lo que iba a hacer, y entonces comienza a pensar que no está bien, se acobarda y empieza a evitar algunas de esas tareas antes de que aparezca el pánico. Pero para ese momento los familiares ya han notado esas lagunas, el cambio de hábito, la mirada inquieta, y sospechan que nada va bien. A partir de ese instante para el enfermo ya nada será igual y aunque no pueda llegar a ser consciente, en algunos casos, de ese declive al que le conduce esta enfermedad lo cierto es que todo su entorno empieza a asistir al derrumbe emocional que el Alzheimer supone para ellos pero, por supuesto, al derrumbe físico y personal al que aboca el propio enfermo perdiendo, poco a poco, todas sus referencias reales.

Yo lo viví con mi suegra, Angelina, una mujer activa, inquieta, trabajadora, una luchadora de la vida siempre dispuesta y siempre pendiente de todo a su alrededor. Pocas, muy pocas veces antes de su enfermedad, la vi quieta, sentada, dejándose llevar, porque prefería sentirse activa, ir de un lado a otro tratando de hacer felices a quienes tenía a su alrededor, siempre atareada pero alegre, muy alegre. Después fue cambiando todo, y así, mientras alrededor se diluían rostros, recuerdos, voces, aunque no todas pues hasta casi el último momento reconocía alguna de ellas, la sensación de encontrarse ante un entorno desconocido, ajeno, nuevo a cada segundo, fue llevando el miedo a su rostro, ese rictus tan característico de estos enfermos de Alzheimer cuando la enfermedad se ha apropiado ya de ellos hasta un estado muy avanzado. El miedo a la nada, a lo desconocido, a no tener ya nada, absolutamente nada, a lo que agarrarse para saber quién se es. El terrible vacío casi de no ser.

Cuantas veces la subí y bajé del coche a la silla de ruedas, en su época de mayor deterioro, ya casi un peso leve, mientras pensaba en aquella trepidante mujer pequeña que hacía todo, llegaba a todo y no parecía cansarse nunca y que ahora cargaba en mis brazos inmóvil, sedente, callada, como si se hubiera esfumado todo aquello que fue. Y entonces era fácil entender ese rostro de pánico, también de desamparo, y una profunda tristeza por la crueldad de esa enfermedad sobre aquella excelente mujer pero también sobre cualquier otra persona en la que se descubre ese mismo rastro de miedo ya para siempre en sus caras.

Hoy es el Día Mundial del Alzheimer.

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4 comentarios:

  1. CUANDO CONVIVES CON ESA ENFERMEDAD Y VES COMO POCO A POCO, LA PERSONA SE VA DETERIORANDO SUFRES MUCHO, ESTA ENFERMEDAD HACE SUFRIR A LAS PERSONAS QUE CONVIVEN CON EL ENFERMO.

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  2. Una consecuencia inevitable de la geriatrizacion progresiva del ser humano. La ciencia trabaja en ello y hay que apoyar esas iniciativas porque marcarán la diferencia para un envejecimiento más digno para todos.
    Tenemos que educar más médicos y científicos y menos productos de telebasura. Esta es una de esas causas en la que toda inversión en medicina, ciencia e I+D es poca.

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  3. ¡Gracias en nombre de mi madre que padecio esta enfermedad, por todo

    esto que has escrito,¡muy bien como siempre! de la enfermedad de

    Alzheimer

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  4. La Junta ha denegado subvenciones a las asociaciones de enfermos de alzheimer pero se las da a las de su partido. A ver si los que por fortuna tenemos bien la memoria nos acordamos de esto al ir a votar.

    http://www.eldiario.es/clm/Junta-subvencion-enfermos-Alzheimer-asociaciones_0_304819989.html

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