jueves, 8 de agosto de 2013

YO TUVE UN AMIGO AZUL (Página nº 2055)

Y no lo digo por ideología política, que lo desconozco, pues en aquel tiempo debía tener yo cuatro o cinco años, y aunque tengo un recuerdo vago y episódico de lo acontecido ayer mi madre me lo volvía a recordar cuando hacíamos memoria de gente que pasó por nuestro barrio.

El protagonista era Luisito, un chaval inquieto donde los haya, travieso y que tenía a sus padres avisados con numerosas picias. Era el hijo del entonces titular del Juzgado de Daimiel, Don Luis, que no estuvo mucho tiempo en ese puesto y por edad y vecindad nos tenía a mi amigo Toni y a mí como compañeros de juegos.

Una de las veces nos encontramos en el jardín trasero de mi casa una caldereta llena de agua. Aún no era verano, que era cuando aquel recipiente nos servía de piscina minúscula, y por tanto aquel agua estaba destinado a lavar alguna ropa. Pero no para Luisito, que de buenas a primeras le dio por meterse allí, tal como iba vestido y calzado, ante nuestra sorpresa. Y desde luego que ninguno de los dos imitó aquel chapuzón.

No recuerdo de quién fue la idea, sí el ejecutor. Por lo que me cuentan cogí el paquete de azulina y lo vertí sobre Luisito y el agua tiñendo de inmediato a mi amigo de azul. Y entonces nos descubrió mi madre que, además de regañarnos, nos acompañó a casa de Luisito no sé si para excusarse o para amortiguar el enfado de su madre. Lo cierto es que, según me cuenta la mía, cuando abrió la puerta y contempló a Luisito azulado apenas se sorprendió, como si contara aquella travesura entre las posibles.

Ni que decir tiene que Luisito recuperó su color natural, que supongo que la ropa, o parte de ella, se salvaría. Pero aquel es el único recuerdo que me vincula a Luisito porque pronto marchó a otra ciudad por el trabajo de su padre juez. Y aunque atesoro alguna travesura más por mi parte, casi siempre por la memoria de mis familiares que por lo que después pude recordar yo con tan poca edad, digamos que dejé de protagonizar hechos semejantes y denté la cabeza.

Así pues tuve un amigo azul, algo no al alcance de cualquiera, una historia más de aquellos maravillosos años de infancia que tuvieron a los Hotelitos por escenario.

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