lunes, 19 de octubre de 2015

¿QUÉ PUEDE LLEVAR A UN NIÑO DE 11 AÑOS A SUICIDARSE? (Página nº 3306)

Fue noticia la pasada semana, una de esas noticias que conmocionan siempre y desnudan parte del alma humana, capaces de crear las condiciones para que un niño pueda tomar una decisión tan trágica. Y en este caso todavía más porque uno piensa que a los once años nadie puede albergar la muerte en su pensamiento y solo una situación dramática, insuperable, torturadora, puede abocar a tomar esa decisión.

La sociedad tiende a negarlo pero quizá porque es consciente de que las situaciones de acoso se producen con demasiada frecuencia en todos los ámbitos y nos negamos a creer que eso puede ser así. Por ello, creo, que muchas veces se minimizan las circunstancias, se desvisten de la gravedad que tienen, incluso no se le quiere dar el crédito que merece porque nos cuesta pensar que a nuestro alrededor haya personas capaces de acosar y martirizar a compañeros hasta el punto de llevarlos al abismo y casi siempre sin un motivo mayor que el de explotar una supuesta inferioridad o debilidad que no suele ser otra cosa que la diferencia.

Pero no nos engañemos, la sociedad se inhibe porque no soporta su propia debilidad para combatir esas actitudes. No es que las premie, es que no las penaliza, es que vive la perversión de tratar de justificar siempre lo sucedido, de victimizar incluso a los acosadores sin conferirles la propia voluntariedad de sus actos o la consciencia de lo que hacen. Y no digo que los acosadores tengan la voluntad última de llevar al suicidio a alguien, lo que expreso aquí es que sí son conscientes del dolor y los estragos morales que causan, que saben perfectamente que están haciendo algo reprobable y que el silencio les rodea y les fortalece.

Porque esa es otra, la víctima casi siempre se refugia en el silencio, modifica su comportamiento, sí, que es una forma de gritar que algo sucede, pero difícilmente verbaliza su estado anímico y solo en algunos casos pedirá auxilio fuera del ámbito familiar.

¿Qué habrá vivido un niño de once años para lanzarse por una ventana?, ¿qué clase de compañeros han sido capaces de conducirlo a una decisión tan drástica?. ¿cómo es posible que nadie viera, escuchara, notara nada?, ¿cómo que nadie interviniera para atajar esa situación que llevaba más allá del límite a una criatura?

Yo, en treinta años de profesión, he conocido algunas situaciones que iniciaban una forma de acoso. Se pudo intervenir porque siempre alguien te ponía en el camino, a veces, pocas, el acosado, pero otras la familia, algún otro compañero, de modo que pudo siempre corregirse la situación. Pero no dudo de que la herida moral es difícil de borrar, que deja, por mínima, una huella indeleble que lleva a la desconfianza, el temor, la inseguridad.

Ser diferente debiera ser una virtud pero la diferencia, muchas veces, es un objeto de marginación, acoso, dolor, por parte de quienes siendo más débiles tratan de someter desde la fuerza, el desprecio, la violencia física, para parecer más poderosos. Y solo nos alteramos, nos sobrecogemos, cuando alguien demasiado joven para morir solo creer encontrar esa salida, cuando ya todo es demasiado tarde.

No nos engañemos, el silencio es lo peor que les sucede. El propio silencio de la víctima pero también el rotundo silencio de los testigos de ese acoso, los que no quieren hablar por diversas razones y que con ese silencio crean las condiciones ideales para que los acosadores sigan obrando con impunidad.

Y lo siento, hoy escribo casi tanto con las tripas que con la razón, aunque la razón evite el lenguaje que me piden las tripas.


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6 comentarios:

  1. Son peores los que callan porque el acosador bastante tiene con ser un indeseable del que nadie sabe los caminos que lo han llevado hacia esa conducta. Son peores los que callan porque permiten que siga pasando. Yo he visto gente que claman por el trato inhumano a los refugiados con lo de "traed a vuestras familias" y callan, aplaudiendo con su actitud, el acoso que ocurre delante de sus propias narices.

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  2. Lamentablemente, en los centros educativos de Daimiel el maltrato es bastante más frecuente de lo que parece y muchas veces los profesionales de la enseñanza hacen oídos sordos a las denuncias y advertencias que hacemos los padres. Como yo lo he sufrido en mis propias carnes, mejor dicho, en las de uno de mis ascendientes directos, sé bien de lo que hablo. En su momento, por fortuna, cambiamos de centro y poco a poco comienza a superar la situación, aunque no es fácil y el proceso der superación está siendo largo y costoso..

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    1. Claro que es más frecuente que lo que parece porque no parece que exista ni se han dado casos que trasciendan, pero eso no quiere decir que sean frecuentes sino aislados

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    2. ¡Que pena que ocurra esto! bien por escribir de este caso en tu blog

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  3. Es la primera vez que un hijo cambia de colegio a su padre, según puede leerse en el comentario segundo.

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  4. Lo del ascendiente en vez del descendiente está puesto con todo intención; para no dar pistas sobre el colegio y las personas afectadas. Espero que nunca tengas que pasar por un caso parecido; no se lo deseo a nadie.

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