lunes, 14 de septiembre de 2015

21 AÑOS DESPUÉS, QUIZÁ 38 (Página nº 3280)

Durante este mes de agosto, en el que este blog se tomó unas vacaciones, nos reunimos un grupo de amigos y amigas para pasar el día juntos. Nada extraordinario, dicho así, pero los que estábamos allí éramos gran parte de la pandilla pre-adolescente que, ellas con trece, nosotros con quince años, comenzábamos a comernos la vida por los pies, ese pequeño excepcional fragmento de vida en el que aspirábamos a despertar a la madurez y donde se fragua el concepto de amistad de modo que, aunque pase mucho tiempo sin vernos, sentimos que algo nos vincula para siempre.

Debo reconocer que soy perezoso para estos encuentros, quizá en el sentido de que si tuviera que partir de mi iniciativa, no llegarían nunca. Y no porque los rechace o no los disfrute, pues al contrario y sin compararme con los demás, termino siempre encantado de estar allí y deseando volver a vernos pronto. Pero es mi carácter y voy dejando en otros la iniciativa de juntarnos para pasar el día.

Hacía mucho que no quedábamos pero cuando nos dijeron que habían pasado 21 años de aquella última vez, aunque por separado nos hemos visto más a menudo en algunos casos, la mayoría quedamos sorprendidos, casi dudando de tal cosa. Pero claro, luego íbamos recordando que algunos de nosotros aún no teníamos hijos cuando ya andan en la Universidad y estaba el documento fotográfico de aquel último encuentro que nos devolvía nuestra imagen rejuvenecida, más delgada, y apenas unos niños correteando o en brazos de alguno de nosotros aprendiendo aún a ser padres y madres en tal difícil oficio.

Pero quizá impresionaba más cómo se habían fijado los recuerdos que correspondían a casi cuarenta años antes, concretamente treinta y ocho, tal vez porque aquel tiempo constituyó todo ese campo experimental de relaciones, de afectos, de roces también, un espacio sentimental singular en el que aprendimos a gestionar nuestras personalidades con mayor o menor fortuna y forjando nuestra manera de ver la vida.

Lo he escrito en otras ocasiones, tengo aquellos días no sé si idealizados pero sí fijados entre los mejores recuerdos de una vida afortunadamente llena de ellos y guardo buena memoria de muchas de esas vivencias que lograron mantener una vinculación especial a pesar del tiempo transcurrido y de que muchos de nosotros hayamos ido creando otras relaciones. Porque al volvernos a ver era difícil sentir que hubiesen transcurrido tantos años y hubiésemos pasado, cada cual, por tantos avatares vitales en todo ese tiempo.

Lo cierto es que me alegró mucho el reencuentro, vernos allí otra vez juntos, compartiendo mantel, recuerdos, anécdotas, desentrañando lo que éramos con trece, catorce, quince años, cuando el futuro era cada día y estar juntos nos parecía lo más importante del mundo, puede que porque entonces era eso, lo verdaderamente importante de nuestras vidas.


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