A la María, la del puesto de helados en el Parque del Carmen, y vecina nuestra de barrio, terminó por hacerle gracia que pidiéramos de esa forma uno de sus polos de hielo. Al principio no tanto, recuerdo, pero en un alarde de no mucha originalidad nos acostumbramos a utilizar la fórmula tanto en el propio puesto como en su casa, a donde nos acercábamos cuando los batientes del kiosco nos indicaban el cierre y la rubia nos quemaba en el bolsillo más que ese sol de justicia que reinaba en los veranos daimieleños.
"¡Un polo de palo de pela, María!", casi siempre el de limón, que era mi favorito, y luego ha hacerlo gira en la boca para sacarle punta, compitiendo por ver a quien le duraba más.
Y cuando no, macetillas, un "palabro" netamente daimieleño, ¡mejor de dos bolas!. También despacio, dejando fundirse para casi al final morder brevemente la base del barquillo y dejar que ya líquido fluyera hacia nuestra boca.
Para cuando el barrio de los Hotelitos y el Parque del carmen dejaron de ser territorio exclusivo descubrimos aquellos otros helados, los de Los Castellanos. Era bajar los domingos a misa, con la corta paga en el bolsillo pero con la visita a las abuelas que incrementaban el capital y dejarnos caer por allí, donde Eloy, para comernos algunos polos de sabor diferente o si el bolsillo lo permitía pillar un coyote o una concha.
Recuerdo también esperar al fin de temporada, cuando durante uno o dos días se liquidaban existencias y conseguíamos esos mismos helados a mitad de precio. En algún año aquel ofertón me llevó a un dolor de tripa inconfesable.
Y cuando no iba con los amigos sino con mis padres recuerdo aquellas horchatas de Los Valencianos que ya te hacían relamerte solo viendo rellenar el vaso que segundos después iba a ser tuyo, o los helados de corte de turrón o tutti frutti que con tanta destreza cortaban.
Creo que mis veranos de infancia y pubertad no se pueden entender sin esa ceremonia de los helados que ni los polos caseros ni los "flashes" pudieron desterrar. Incluso ahora, que la variedad de helados es casi infinita, daría lo que sea por comerme de nuevo uno de aquellos polos de hielo y no mucho más que representaban el sumum del placer con la peseta, la pela, que nos ganábamos recogiendo envases de la lejía que llevábamos luego a la tienda, a 5 céntimos la pieza, y que, en invierno, a falta de polos de palo, gastábamos en bolillas de anís, caramelos Saci o, palabras mayores, unos Sugus.
¡Bendita infancia!, ¡cuánta felicidad!
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Hola, alguien me podría decir quien es totem o si tiene facebook para seguirlo me parece un gran blogger.Un saludo
ResponderEliminarTe agradezco el cumplido pero no tengo twitter y en el facebook, con mi nombre real, no pongo nunca ninguna de las entradas del blog. Sé que algunas las han enlazado en grupos como Me GusTa...Daimiel o facebook particulares pero éste es el único lugar donde escribo.
EliminarUn saludo a ti.
Yo me entere de quien eras, cuando por accidente acabe en una entrada de septiembre de 2012. Aqui añades una foto con tus alumnos, en la cual salia uno de mis hermanos! Recuerdo que yo, ya en el instituto, le preguntaba por los profes con solera... y el me salia con un tal Javi, que aunque yo le malmetiera con que eras un novatillo, mi hermano siempre te defendia con un PUES ES EL MEJOR! Me vienen recuerdos gratos de los chistes y bromas (por cierto maliiiisimos) de Don Enrique (y algun tizazo), las manias de Doña Angelita, la seriedad y presencia de Don Manuel, Doña Gema, la regla de Don Samuel. Jajajajaja, no digo que eran tiempos mejores.... pero cuanto los añoro!
EliminarPara un niño de 6 o 7 años su maestro siempre es el mejor, así que no hay que tomarlo en cuenta. Pero me has hecho volver a la foto, del curso 2000-2001 y me has alegrado el día.
EliminarGracias.
Me has hecho sonreir de nostalgia.. Tienes razón cuanta felicidad había.
ResponderEliminar¡`Que recuerdos! me gustaria ahora comerme un coyote
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