Ahora que todos somos un poquito virólogos, epidemiólogos y vacunólogos, sin tener ni puñetera idea de nada de las tras cosas, apuesto por las vacunas y me condeno escuchando eso de la vacuna buena, la mala y otras estupideces que alimentan la gramática parda del personal. Las vacunas son todas buenas, todas, cuando han seguido los procedimientos de aprobación necesarios, y a pesar de su bondad todas, las buenas y las buenas, pueden dar lugar a una casuística de situaciones no deseadas que terminen en defunciones y en efectos secundarios de cierta gravedad, aunque lo sean en un número minúsculo. Algunos dirán: ¡sí, pero y si te toca!, quizá entendiendo que una sola muerte ya no merecería el riesgo asumido de su ventajosa utilización, pero eso sí, olvidando las miles de muertes que el virus que se trata de combatir ya ha producido y seguirá produciendo.
Y si decimos No a las vacunas...¿cuál es la alternativa?, pregunta que dirijo a los "antis". ¿Rezar a los diversos dioses?, ¿dejar a la selección natural que haga limpieza?, ¿esconderse a la vida?, ¿beber lejía u otras sandeces?, (Dejo aquí espacio para añadir soluciones del Doctor Bacterio y otras ocurrencias aún menos cómicas)
Estamos expuestos a una sobreinformación desinformada, a una fiscalización al segundo de datos que no sabemos interpretar pero que dejamos que nos lo traduzcan a manos de ignorantes como nosotros. Hoy leía que si cualquier medicamento, incluso las de uso habitual y multitudinario, hubiera seguido esa misma fiscalización al segundo hubieran provocado aún mayor alarma porque sus datos serían bastante peores y sus riesgos mayores y más frecuentes. Pero juzgamos, dejamos que nos invadan sus miedos, que los políticos jueguen a tomar decisiones atropelladas provocando reacciones caóticas y temerarias, y colaboramos con las zancadillas, los bulos y los frenesís creo que injustificados.
Creo en la vacuna, los datos avalan todas ellas, y me siento privilegiado por haber recibido una primera dosis de la "maldita" y deseo claramente que se dejen de experimentos y me pongan, cuando corresponda, la segunda dosis de la misma, la Astra-Zéneca. Vacunarme me ha hecho sentirme mejor conmigo mismo, con los demás, formar parte de ese esfuerzo por conseguir una inmunidad de rebaño que, además, protegerá a todos los escépticos, los antivacunas, los de la buena y la mala y toda esa fanfarria de gentes que desdeñan las vacunas cuando se han demostrado la única herramienta potente para dejar atrás la pesadilla.
No estoy aquí para convencer a nadie pero me apena ver que la gente no acepte esa barca de salvamento cuando se hunde el barco esperando acaso que el azar o un milagro les salve, sobre todo porque se espera que haya sitio para todos en esos botes y quedarse en el barco a punto de hundirse no deja de ser un dislate. El miedo es libre pero acaso cuando el miedo está fundamentado podría ser más comprensible, no en este caso.
Y vuelvo a mi silencio.